En los días calurosos de verano, la llegada de una tormenta veraniega y sus primeras gotas de lluvia a menudo trae una sensación de alivio y satisfacción. Este sentimiento es aún más intenso si la lluvia llega después de un período de sequía, cuando la vegetación está sedienta de agua. La lluvia no solo hidrata, sino que también libera una gama de olores y aromas, desde la tierra mojada hasta la frescura de la humedad, que son una delicia para el sentido del olfato.
El aroma característico que se percibe durante la lluvia no es una ilusión; tiene una base científica y hasta un nombre específico: petricor. Sin embargo, este olor se forma por una mezcla de varias sustancias, no solo el petricor en sí. Para entender a fondo qué es el olor a lluvia o petricor y por qué resulta tan agradable, te invitamos a continuar explorando este tema.
Qué el petricor, también conocido como el olor a lluvia
El olor característico de la lluvia, conocido como petricor, es el resultado de la combinación de dos sustancias principales: el propio petricor y la geosmina. Estos componentes se encuentran naturalmente en el suelo y las plantas. El petricor, un aceite producido por ciertas plantas, se acumula en el suelo y en las piedras. Al llover, este aceite es liberado en el aire a través de un proceso en el que se forman pequeñas burbujas en las gotas de agua, llevando consigo el aroma a la superficie.
El término "petricor" fue acuñado en 1965 por los geólogos australianos R.G. Thomas e Isabel Joy Bear y publicado en la revista "Nature". No fue hasta 2015 cuando científicos del MIT lograron visualizar este proceso usando cámaras de alta velocidad, demostrando cómo el aroma es liberado al aire.
¿Por qué a la gente nos gusta el olor a lluvia?
Lo más fascinante del olor de la lluvia no es solo que se forme al interactuar con ciertas sustancias, sino el hecho de que resulte tan agradable y reconfortante para los humanos. Esta satisfacción puede tener raíces en la evolución.
Los diversos olores tienen la capacidad de activar conexiones neuronales en el cerebro casi tan rápidamente como las emociones. El sentido del olfato está íntimamente conectado con la amígdala y el sistema límbico, áreas cerebrales responsables de gestionar los estados emocionales. Por tanto, ciertos aromas, como el de la lluvia, pueden estimular partes del cerebro que tienen estructuras antiguas.
Históricamente, nuestros antepasados desarrollaron una relación positiva con el olor a lluvia, ya que indicaba el fin de la temporada seca y el comienzo de las lluvias, lo que a su vez señalaba la proximidad de la cosecha. Esta conexión ancestral podría explicar por qué el aroma de la lluvia es tan gratificante para nosotros hoy en día.