Actualmente es una práctica cada vez más en desuso y considerada por muchos como obsoleta y arcaica, pero hasta hace apenas unas décadas era común e imprescindible que cuando un hombre quería contraer matrimonio con una mujer se presentara frente al padre de ésta y le pidiera oficial y formalmente su mano ¿Dónde surgió esta tradición?
Desde el imperio romano
El concepto de pedir la mano nació en el antiguo Imperio romano. En ese momento existía una norma llamada “manus”, que en español significa “mano”, que daba el poder jurídico sobre las mujeres a un hombre, bien fuese el padre o el esposo.
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Los pretendientes debían pedirle al padre que le cedieran el “manus”, es decir, el poder sobre la mujer que querían como esposa. Esta costumbre con tintes machistas se fue manteniendo a lo largo de los años, pero con algunas variaciones porque las mujeres consiguieron ser reconocidas como sujetos con derechos.
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En la actualidad, los más tradicionalistas, antes de entregar el anillo, lo que hacen es pedir permiso de los padres ya no por un mandato, sino por respeto.
Es decir, los pretendientes buscan conseguir el consentimiento y aprobación de la familia simplemente porque valoran que puedan respaldar su compromiso, no porque deban hacerlo o porque consideren que deban reclamar la propiedad sobre su futura esposa.
¿Por qué hay que arrodillarse para entregar el anillo?
Este acto está relacionado con el Medievo y el cristianismo. Durante esa época era normal que a modo de respeto, las personas se pusieran de rodillas frente al rey para demostrarle lealtad y obediencia, al igual que en algunas ceremonias religiosas los creyentes deben arrodillarse durante momentos especiales en señal de sumisión.
Por eso, no es raro que los hombres lo empezaran a hacer al momento de proponer matrimonio, puesto que no existía mejor manera de demostrar afección y devoción.