Las altas temperaturas nos están dando una tregua estas semanas pero cuando el verano llegue oficialmente, conciliar el sueño será una ardua tarea de cada noche y no queda otra que tirar de dispositivos de refrigeración.
Las noches de verano pueden ser complicadas si no disponemos de ninguno de ellos o si en nuestra habitación no entra habitualmente el fresco.
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Si tenemos aire acondicionado, basta con tenerlo un rato activo para que enfríe el dormitorio y el frescor dure toda la noche. Un ventilador , no obstante, necesita estar todo el tiempo encendido para que nos refresque.
Esto se debe a que este dispositivo únicamente remueve el aire, no lo enfría. La sensación de descenso térmico que origina es de hasta 5 grados menos, por lo que es lógico que sea una opción escogida por muchos, además de tratarse de una alternativa bastante más económica que el aire acondicionado.
Riesgos de dormir con el ventilador
Sin embargo, puede conllevar efectos negativos sobre nosotros. Estos son los más imporantes:
- El aire agita y pone en movimiento el polvo y el polen que haya en la habitación, lo que puede ser perjudicial para los alérgicos.
- El ventilador reseca la piel y las fosas nasales, lo que puede provocar dolores de cabeza y congestión. Esto último, además, puede facilitar la entrada de gérmenes al organismo.
- El permanente flujo de aire sobre nosotros puede ocasionar rigidez muscular y contracturas, así como irritación en los ojos y sequedad de garganta, especialmente si dormimos con la boca abierta.
- Esta práctica también puede provocarnos o agravarnos fenómenos como asma y sinusitis si somos propensos a ellos.
Consejos para un uso adecuado del ventilador
Te damos algunas recomendaciones para reducir el impacto que el uso de este aparato pueda tener sobre nosotros:
- Usar el modo giratorio del ventilador para así evitar que el aire vaya siempre en la misma dirección y nos dé directamente todo el tiempo. Además, servirá para mantener la estancia fresca de forma uniforme.
- En caso de que tenga temporizador, lo mejor es programarlo para que se apague un par de horas después de que nos acostemos.
- Mantener limpias las aspas del ventilador para que no se esparza el polvo por la habitación. De igual modo, conviene que la estancia esté igualmente limpia y no haya polvo que se levante cuando se encienda el aparato.
- Moderar la velocidad e intensidad a la que lo ponemos. Así evitaremos que la sequedad del cuarto aumente más de la cuenta y que nos produzca dolores de cabeza, congestión nasal y sequedad en los ojos.